miércoles, 18 de mayo de 2011

Que cuando ella cruza por debajo del cielo, sólo el tonto mira al cielo.

No hace falta que te diga eso de que pierdo la cabeza
por eso de que sus caderas...

Ya sé de sobra que tiene esa sonrisa y esas maneras,
y todo el remolino que forma en cada paso de gesto que da.

Pero además, la he visto seria, ser ella misma,
y en serio que eso no se puede escribir en un poema.

Todo eso de que ella puede llegar a ser ese único motivo
de seguir vivo, y a la mierda con la autodestrucción...

Todo eso de que los besos de ciertas bocas saben mejor, es un cuento que me sé desde el día que me dio dos besos y me dijo su nombre.

Pero no sabes lo que es caer desde un precipicio y que ella aparezca de golpe y de frente para decirte, venga, ¿Damos una vuelta y me lo cuentas?

No sabes lo que es despertarte y que ella se retuerza y bostece,
luego te abrace, y luego no sepas cómo deshacerte de todo el mundo.

Que yo también la veo.
Que cuando ella cruza por debajo del cielo, sólo el tonto mira al cielo.
Que sé como agacha la cabeza, levanta la mirada y se muerde el labio inferior.

Que conozco su voz en formato susurro,
y en formato gemido,
y en formato secreto.

Que me sé sus cicatrices, y el sitio en que la tienes que tocar en el este de su pie izquierdo para conseguir que se ría; y me sé lo de sus rodillas, y la forma que tiene de rozar las cuerdas de una guitarra.

Que yo también he memorizado su número de teléfono,
pero también el numero de sus escalones.

Que no sólo conozco su última pesadilla,
también las mil anteriores.

Y yo sí que no tengo valor a decirle que no a nada,
porque tengo más deudas con su espalda de las que nadie tendrá jamás con la luna.

Que sé la cara que pone cuando se deja ser completamente ella,
rendida a ese milagro que supone que exista.

Que la he visto volar por encima de poetas que valían mucho más que estos dedos, y la he visto formar un charco de arena rompiendo todos los relojes que le puso el camino, y la he visto hacerle competencia a cualquier amanecer por la ventana:
no me hablen de paisajes si no han visto su cuerpo.

Que sólo los sueños pueden posarse sobre las nueve letras de su nombre...